Corría la segunda mitad del siglo XVIII. Rusia estaba bajo el mando de la zarina Catalina la Grande y por su mano, la nobleza rusa recuperaba las influencias perdidas tras la reforma pro-prusiana de Pedro III. Al tiempo, Catalina enfrentaba con gran éxito al imperio Otomano; mientras que en las altas esferas de la época, los aristócratas regían el itinerario moscovita, donde Darya Saltikova ostentaba el título de ser la viuda más rica de esa élite.
Psicólogos e historiadores se han centrado por mucho tiempo en el estudio biográfico de Darya Nikolayevna Saltykova, mejor conocida como Saltychija. Nacida el 11 de marzo de 1730, Darya, durante su juventud, estuvo rodeada de las más acaudaladas familias rusas. Esto fue gracias a que su abuelo, una figura representativa durante el mandato de Pedro El Grande, se codeaba con los más importantes intelectuales de la época y el alto mando militar ruso. En ese medio conoció al capitán Gleb Alekseevich, con quien tuvo dos hijos y de quien enviudó a sus 26 años.
Darya Saltikova: Su vida
Tras el fallecimiento, Saltychija heredó la finca de su marido, resguardada por cientos de sirvientes, y todo el patrimonio que este tenía en su haber, lo cual la convirtió en la viuda más adinerada de todo Moscú.
Se sostiene que durante los primeros años de viudez, Saltychija no mostró ningún indicio de crueldad. En cambio, se caracterizaba por su personalidad noble y dadivosa, propia de una dama de su alcurnia, haciendo importantes donaciones a iglesias y asilos. Pero el amor volvió a morar en el patio de su corazón, un amor trágico que desembocaría en “el monstruo de la humanidad”, como la tildó Catalina la Grande, tras imputarla por los 38 asesinatos de los que fue oficialmente acusada.
Un amor no correspondido
En los albores de su vejez, Darya conoció a Nicolás Tyuchev, un hombre mucho más joven que ella y de quien se enamoró perdidamente. Historiadores afirman que el semblante de la dama cambió totalmente, dejando de lado el perfil melancólico que había llevado consigo durante tantos años después del fallecimiento del capitán Alekseevich. Lo que ignoraba la viuda es que el joven aristócrata estaba prendado, a su vez, de una hermosa dama cuya edad correspondía a la suya, y por quien sería capaz de abandonarlo todo si fuese necesario.
Tyuchev se casó a escondidas con la joven y eso enfureció terriblemente a Darya. Acudió a sus sirvientes y les ordenó que capturaran y asesinaran al capitán, pero estos, yendo en contra de las indicaciones de su ama, fueron a merced del joven enamorado y le comunicaron las intenciones de la despechada. Cuando Saltykova se dio por enterada de la traición, su actitud hacia todos los que servían en la finca cambió.
Entre el despecho y la ira, su mente dio un vuelco total y comenzó a torturar con alevosía a todos los que en su finca trabajaban, especialmente a las jóvenes, que le recordaban el motivo de su molestia.
La Báthory Rusa
En principio, el escarmiento solo se manifestaba haciéndolos trabajar a deshoras y de manera forzada. Poco a poco, la gravedad de los castigos fue aumentando, llegando a lanzarles agua hirviendo y quemándoles el cabello, también les rompía los huesos y los dejaba morir de hambre y frío, luego de amarrarlos y dejarlos a la intemperie.
Debido a estas acciones, Saltychija se ganó el apodo de La Báthory Rusa, dada su similitud con Erzsébet Báthory, La condesa Sangrienta. Algunos comentan que bebía la sangre de las jóvenes asesinadas, aunque jamás hubo una prueba o testimonio fehaciente de este hecho; no obstante, es notorio que todas sus víctimas eran jóvenes, en su mayoría féminas, pues le recordaban el desplante sufrido. A las chicas las castigaba por su juventud y a los chicos por rememorarle el amor no correspondido del capitán Tyuchev.
La condena
No fue sino hasta finales del siglo XVIII que Darya Saltikova fue juzgada por los atroces asesinatos cometidos en su finca. Varios campesinos, asustados por las acciones de la aristócrata, acudieron a Catalina La Grande en busca de justicia y protección. Luego de estudiar el caso a profundidad, Catalina accedió a que se iniciara una investigación en contra de Darya, la cual tardó 6 años en arrojar resultados, e implicó la comprobación de 38 asesinatos, según las pruebas recogidas por parte de los agentes.
Saltikova fue condenada a pasar el resto de su vida encerrada en el convento Ivanovsky debido a su locura, que repercutió en su salud física y mental. Antes de morir, se declaró culpable de más de 130 asesinatos, entre hombres y mujeres. A pesar de la declaración, jamás se percibió en ella algún atisbo de arrepentimiento o culpa.