El Ángel de la muerte en la segunda guerra mundial. Hace poco se cumplieron setenta y dos años del Día de la victoria, fecha en la que se conmemora el final de los enfrentamientos que se llevaron a cabo durante la Segunda Guerra Mundial. En este periodo, el mundo vio con gran sentimiento el horror al que era capaz de llegar el ser humano; sin embargo, lo que más asombro causó fueron las historias que se revelaron al finalizar los combates.
Al terminar la guerra, los países aliados procedieron a realizar investigaciones más profundas acerca de lo que había sucedido, tomando en consideración que las injusticias habían comenzado mucho antes de que el enfrentamiento bélico más grande de la historia fuese oficialmente declarado. Estas investigaciones expusieron las atrocidades que los dirigentes del partido Nazi cometieron contra los judíos, los homosexuales, los discapacitados y todas aquellas personas que pensaran diferente al Reich.
Los Nazis empezaron una casería de brujas y se escudaron tras un discurso lleno de populismo y excusas nacionalistas, haciendo que muchos divisaran la posibilidad de hacer sus atrocidades sin que sintieran miedo ante la posibilidad de ser imputados. Así fue como se descubrió que la nación alemana patrocinó, de manera indirecta, a hombres como Josef Mengele, un fiel seguidor de los principios nazis y mejor conocido como El ángel de la muerte.
Una muerte lenta y dolorosa
Antes de que terminara la guerra, nadie sabía quién era Josef Mangele, ni mucho menos qué hacía o a qué se dedicaba mientras los enfrentamientos se estaban desarrollando. Solo después de que los países aliados pusieron fin a las malévolas intenciones de Hitler, es que se conoció el verdadero horror que moraba bajo la sombra del discurso nazi, y es que Mangele no solo ejerció como oficial de la SS, sino que también era un médico experimental.
Los trabajos de Mengele significaron la muerte de millones de judíos
Al afirmar que Josef Mengele era un médico, no se hace referencia a que prestaba sus servicios de galeno como cualquier otro, sino que, por el contrario, su trabajo se basaba en experimentar con los cuerpos de las personas que eran recluidas y encerradas dentro de las cámaras de gas. Dichos prisioneros estaban allí simplemente por nacer distintos a lo que el Reich, Adolfo Hitler, denominaba como “alemán puro”.
Muertes a favor de la ciencia
En nombre de un campo de estudio más especializado, el bien apodado Ángel de la muerte, realizó todo tipo de experimentos y torturas a personas inocentes mientras estas estuvieron vivas. Como si de animales se tratara, Mengele comenzó a poner en práctica sus ideas más atroces con la excusa de que serían avances para la medicina y la ciencia. Pero lo que se supo al final de las investigaciones, fue que este funcionario del partido Nazi realmente quería hacer al hombre “perfecto”, según la acepción aprobada por el movimiento nacionalista alemán.
Los gemelos eran los objetos de estudio más preciados del doctor
Todo comenzó cuando Mengele se inscribió para realizar un doctorado en el área de antropología y medicina, el cual se dictaba en la Universidad de Múnich. Poco tiempo después, empezó una carrera muy exitosa como investigador y en el año 1938 ya pertenecía a la SS. Ya en ese entonces estaba destinado a ser quien se iba a encargar del campo de concentración de Auschwitz, y en sus manos estaría el destino de millones de personas.
Más que un deseo, una obsesión
Guiado por las palabras de “Mi Lucha”, texto escrito por Hitler durante su estancia en la cárcel, el Ángel de la muerte se planteó una meta: conseguir que la raza se purificara, y para eso se encargó de verificar a cada una de las personas que llegaban al campo de concentración. Para determinar si era un prospecto útil o no, el doctor tomaba en cuenta si el paciente provenía del nacimiento de gemelos, y en segunda instancia, su historial familiar; tomando en cuenta su estado de salud.
Se sostiene que en una noche, Mengele asesinó a catorce pares de gemelos en una serie de experimentos fallidos
Aquellos que eran aceptados por los estrictos criterios del médico, se aislaban. Luego eran expuestos a todo tipo de torturas. Después de que se liberaron los campos de concentración, se pudieron revelar los cuerpos mutilados y desfigurados de aquellos que sufrieron a manos de este sanguinario ángel. Lo peor es que nunca se les pudo hacer justicia a esas almas, porque el doctor huyó justo antes de que las fuerzas militares llegaran a salvar a los pocos sobrevivientes.
Nunca podrán devolverle la vida a las millones de personas que murieron a causa de la Segunda Guerra Mundial, pero al menos aún quedan las voces y los testimonios de las personas que pudieron escapar con vida de los horrores de aquella época. El problema es que, al parecer, no sobrevivió nadie ante la maldad que esparció Mengele durante su periodo de mandato dentro de Auschwitz. A esa conclusión se llega gracias a que desapareció de una manera rápida y efectiva, a tal punto que nunca pudo ser capturarlo.
Incluso después de la guerra, Mengele deseaba cumplir su sueño
La sed de sangre que tenía el Ángel de la muerte no parecía saciarse, a diferencia de sus colegas, los que sí fueron capturados y juzgados. Josef Mengele continuó con su reino del terror pero muy lejos del continente europeo. El destino final del galeno fue Brasil, aunque se sostiene que unos años antes hizo una parada por Buenos Aires y Paraguay, países en los cuales encontró varios sitios donde esconder y comenzar desde cero todos sus experimentos.
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En estos lugares, Mengele halló el refugio que tanto había buscado después de haberse escabullido de la mano de la justicia. Se ubicó en un humilde poblado de Brasil de forma clandestina. Cambió su nombre y prosiguió su meta: crear la raza aria. Sin tener ninguna consideración por la salud de sus pacientes, Mengele invirtió una gran cantidad de dinero para convertir un granero ordinario en un verdadero laboratorio, establecimiento donde podía experimentar con el cuerpo humano según sus caprichos.
Las atrocidades inhumanas que cometió este ex agente de las SS, resultaron en una gran cantidad de deficiencias genéticas en sus víctimas: tuertos, enanos y enfermos son solo algunos ejemplares que este científico dejó detrás de sus ambiciones. Por suerte, una tarde fatídica la muerte tocó su puerta, aunque no fue de la manera que muchos esperaban. Josef Mengele, tras batallar algunos minutos contra las olas, murió ahogado en una playa brasileña.
La muerte reclama a su ángel
Después de su deceso en 1979, los investigadores pudieron rastrearle la pista, y luego de hacer muchas preguntas y todo tipo de pruebas, al fin, en 1985, seis años después de que Mengele se encontrara con el Reich en el más allá, pudieron identificar sus restos en una fosa común ubicada en Embu das Artes, Brasil.
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