El racismo ha permanecido como una mancha indeleble en la historia humana desde tiempos inmemorables. Hay una larga lista de discriminaciones, atrocidades y actos de inhumanidad que se derivan de nuestra incapacidad para convivir y aceptar razas o culturas distintas a la nuestra. Sin embargo, aunque la mayoría de estas injusticias son quizás conocidas por muchos, hay otras que tristemente pasan a permanecer enterradas y desconocidas para el mundo en general.

Uno de esos fenómenos que parece haber sido olvidado es el de los “zoológicos de humanos”. Así como los animales exóticos que nos intrigan han sido injustamente extraídos de sus hábitats y expuestos en los zoológicos, también lo han hecho varios especímenes humanos considerados “inusuales”. El fenómeno de mostrar a otros seres humanos como curiosidades en exhibiciones tiene su origen en el siglo XV.

Se sabe que Cristóbal Colón secuestró a personas de tribus nativas que encontró en sus viajes, llevándolos de regreso a Europa para que los habitantes del primer mundo los observaran. Se estima que cientos de estos nativos secuestrados murieron durante estas incursiones a pocos meses de su llegada. Sin embargo estos “salvajes primitivos” de tierras lejanas eran bastantes populares en Europa en ese momento.

No pasó mucho tiempo antes de que muchos indígenas de las Américas fueran un espectáculo común que paseaban por las calles cual animales y se dice que incluso los obligaban a recorrer el río Támesis en canoas construidas para hacer la experiencia más realista para el público.  

Zoológicos de humanos de la antigüedad

MoctezumaMoctezuma

Uno de los primeros zoológicos de humanos conocidos fue el del emperador azteca Moctezuma, que gobernó Tenochtitlan en México de 1502 a 1520. Moctezuma era conocido por mantener vastas colecciones de varios animales, y para condimentar las cosas se interesó en mostrar a seres humanos también; en particular aquellos con deformidades genéticas, como albinos, jorobados y enanos. Lo mismo ocurría en Europa en el siglo XVI, donde en Italia el cardenal Hippolytus Medici, de la poderosa familia Medici, era conocido por albergar una colección de personas de diferentes razas, a quienes se refería como “salvajes” y que eran exhibidos junto a animales salvajes exóticos en el Vaticano.

Aunque seres humanos de diferentes rasgos físicos, razas y culturas se han exhibido desde el siglo XV, no fue hasta el siglo XIX que la moda realmente tuve su auge. Los ejemplos más famosos son los monstruosos shows del legendario P.T Barnum, que a principios de 1800 hizo una pequeña fortuna mostrando a personas con anormalidades o atributos físicos intrigantes.  

El show de P.T Barnum

P.T. Barnum

P.T. Barnum

Un ejemplo de las primeras exposiciones de Barnum fue la de una esclava afroamericana de edad avanzada con el nombre de Joice Heth, que fue exhibida en 1835 y asombró  al público al decir que tenía 161 años de edad, aunque en realidad tenía 70. Heth, quien era ciega y apenas podía moverse, era obligada a cantar himnos antiguos y contar historias de su juventud. Barnum también exhibió un par de gemelos siameses del entonces Reino de Siam, ahora Tailandia, que fueron presentados como “gemelos chinos.”

De hecho, el término de “gemelos siameses” se estableció gracias a este famoso par. Los sensacionales “monstruos” que hicieron famoso a Barnum pavimentaron el camino para la creciente popularidad de este tipo de atracciones, y en poco tiempo muchos de estos espectáculos apareciendo por todo el mundo.

Cheng y Eng, los gemelos siamesesCheng y Eng, los gemelos siameses

P.T Barnum no fue el único que ganaba dinero al exhibir otros seres humanos para la diversión de la audiencia. En 1808, John Richardson ya se había ganado la vida exhibiendo individuos inusuales, en particular un esclavo del Caribe llamado George Alexander Gratton, que exhibía una forma de albinismo parcial llamado piebaldismo, que había dado como resultado patrones de color blanco contrastando con su piel y pelo naturalmente oscuros.

Richardson compró a George por 1.000 libras esterlinas cuando era sólo un bebé, y cuando tenía unos meses ya estaba siendo exhibido por toda Gran Bretaña, donde se le conocía como “George el chico Piebald”, el “niño manchado” y el “negro manchado de Renown”. De hecho, desde finales del siglo XVIII las personas de origen africano que exhibían albinismo eran atracciones populares alrededor de Europa.

Saartje Baartman

Sarah BartmanSarah Bartman

La triste historia de Saartje Baartman, más tarde renombrada Sarah Bartman, data de principios de 1800. La mujer originaria del sur de África, fue llevada a Londres en 1810 por el médico británico William Dunlop con el propósito de ser exhibida por dinero. En el caso de Bartman, la razón para exhibirla no fue su trasfondo cultural como parte de la misteriosa tribu Hottentot de Sudáfrica, sino sus características físicas únicas e inusuales.

Bartman tenía una condición genética conocida como esteatopigia, lo que significa que poseía glúteos extremadamente grandes y labios protuberantes. La mujer fue mostrada en toda Europa, casi siempre desnuda, de modo que las multitudes pudieran ver sus deformidades en toda su gloria. Normalmente, Bartman, cuyo nombre artístico era “La Venus de Hottentot”, era puesta en el escenario en una jaula, como un animal.

Exhibición de Sarah BartmanExhibición de Sarah Bartman

Bartman fue sometida a ese trato inhumano una y otra vez y como si no fuera suficiente, también fue intensamente estudiada por médicos y antropólogos, que sugirieron que la mujer era algún tipo de “eslabón perdido” o una forma inferior de raza humana. Incluso, luego de su muerte, fue disecada, estudiada, y sus glúteos y vagina fueron removidos y conservados para ser exhibidos en el Museo de la Humanidad en París junto con su esqueleto. No fue hasta 2002 cuando los restos de Sarah Bartman finalmente fueron repatriados a su tierra natal de Sudáfrica para un entierro apropiado.

Humanos “en su hábitat natural”

Recreación de una villa IgorotRecreación de una villa Igorot

Fue en la década de 1870 que la idea de zoológicos enteros dedicados a mostrar a pueblos exóticos en su hábitat natural, verdaderos zoológicos de humanos en todo el sentido de la palabra, empezaría a tomar forma. Uno de los pioneros de esta idea de mantener a los nativos en recintos públicos fue un comerciante alemán de animales salvajes llamado Carl Hagenbeck; ampliamente reconocido como el creador de la versión moderna de los zoológicos que muestra animales en su estado natural.

Las exhibiciones humanas fueron denominadas como “exposiciones etnológicas” o “exposiciones antropológicas” En 1874 Hagenbeck creó las exposiciones de poblaciones isleñas Samoanas con simulacros de sus aldeas tradicionales, seguidas por una exposición similar con Nubios de Sudán, a quienes mantuvo en un recinto junto a varios animales salvajes de su tierra natal.

Repitió el éxito de estas exhibiciones una vez más con una tribu de Zulúes y bosquimanos en el zoológico de París, también expuestos junto a animales peligrosos; así como un pueblo de esquimales inuit en el zoológico de Hamburgo en Alemania.

Hagenbeck continuó presentando exposiciones cada vez más elaboradas como éstas a lo largo de 1800, con una amplia variedad de pueblos indígenas de todo el mundo; lo que lo convertiría en un hombre muy rico. El público se sentía fascinado por estas exhibiciones, ya que en esos días donde no existían los documentales y National Geographic era la única manera para una persona promedio de observar a estas personas primitivas.

Las Ferias mundiales y Ota Benga

Zoologicos de humanos: Ota Benga

Zoologicos de humanos: Ota Benga

Ota Benga

Las exposiciones de este tipo que eran de mayor escala eran las diversas Ferias Mundiales. La Feria Mundial de París de 1878 y 1889 presentó como atracción principal lo que llamaron una ‘Villa de negros’; una demostración de ignorancia y racismo en la que más de 400 indígenas diferentes fueron exhibidos en un recinto, por lo general semi-desnudos mientras participan en una plétora de actividades humillantes.

Una de las personas expuestas en la Feria Mundial de San Luis pasaría a ser quizás una de las exhibiciones de zoológicos de humanos más notorias de la historia. En 1904, un pigmeo con el nombre de Ota Benga fue rescatado de una tribu de caníbales en las selvas de lo que entonces era conocido como el Congo belga por el explorador Samuel Phillips Verner, que estaba allí específicamente buscando especímenes exóticos pigmeos para mostrar en la feria.

Ota fue llevado a los Estados Unidos, donde fue exhibido en la Feria Mundial de San Luis y sorprendió a la gente con sus dientes únicos, que habían sido afilados como colmillos en su juventud.

Junto con otros pigmeos, Ota era obligado a realizar danzas tradicionales, cocinar comida étnica y generalmente actuar como el salvaje que el público pensaba que era. En 1905, Ota fue llevado de vuelta al Congo, pero tras la extinción de su tribu a manos de soldados belgas, y la muerte de su esposa, Ota rogó a Verner que lo llevara de vuelta a América.

El eslabón perdido

Ota Benga con su amigo chimpancé

Ota Benga con su amigo chimpancé

Ota fue llevado al zoológico del Bronx. A pesar de que al principio se le permitió vagar libremente, Ota empezó a permanecer más tiempo en la sección de primates del zoológico, donde estaba previsto que formara parte de una exhibición. Ota comenzó a pasar todo su tiempo con los monos, donde los visitantes podían observarlo viviendo entre primates como un orangután, monos y un bebé chimpancé a quien el hombre apreciaba mucho.

A pesar de que vivía bajo la ilusión de que era libre, Ota era considerado un valioso espectáculo para el zoológico, atrayendo casi 40.000 visitantes al día, todos clamando por ver al “salvaje” con sus colmillos, su arco y flecha. La avalancha de protestas públicas, en particular la de unos cuantos individuos del clero, y la creciente controversia que generó la exhibición, obligaron al Zoológico a cerrar silenciosamente la exposición apenas dos semanas después de haber comenzado.  

El lado oscuro de la humanidad

zoologicos de humanos

zoologicos de humanos

Hoy en día existen safaris clandestinos que llevan a los visitantes a observar el pueblo Jarawa en las islas Andamán de la India; una tribu aislada con la que el gobierno ha prohibido expresamente interactuar. Si bien esto no parece ser un zoológico con todo el peso conceptual de la palabra, el hecho de invadir su espacio y privacidad deja mucho que pensar.

El zoológico humano sigue siendo un oscuro capítulo en la historia de la ignorancia racial y la explotación. Desafortunadamente parece ser un fenómeno que en su mayor parte ha escapado a la atención de las masas. Si bien el racismo sigue siendo un obstáculo en las relaciones humanas, quizás es un poco reconfortante pensar que al menos ya hemos superado los días en que poníamos a otros seres humanos en exhibición como si no fueran más que animales.