El hombre lobo representa uno de los mitos más universales de la historia, pues se encuentra presente en diversas culturas alrededor del mundo. Aunque existen diversas variantes según la zona geográfica, el consenso general en la mitología es que se trata de un hombre que tiene la capacidad de transfigurarse en lobo debido a detonantes externos. Esta transformación se mantiene por un período de tiempo limitado, tras el cual se recupera la forma humana original.
En su forma animal posee todas las destrezas y habilidades del lobo, como la ferocidad, la velocidad, la agilidad y la fuerza. De igual forma se cree que una vez que tiene lugar la transformación, el individuo ya no tiene dominio de sus propios actos, pierde la consciencia humana y sucumbe por completo al instinto animal y al carácter salvaje. Por lo general, la raíz de la transformación radica en la aparición de la luna llena, una maldición o una mordida.
Por sus grandes capacidades y habilidades físicas, el hombre lobo es una criatura infalible y muy difícil de derrotar. Las creencias antiguas sugieren que la única manera de matarlo sería cortarle la cabeza y arrancarle el corazón. Sin embargo, el imaginario contemporáneo señala que la forma de acabar con la vida de un licántropo es disparándole una bala de plata directo al corazón.
Apariencia física del hombre lobo
Un licántropo fácilmente puede pasar desapercibido en la sociedad puesto que a simple vista luce exactamente igual que el resto de los hombres. Las diferencias son muy sutiles ya que radican principalmente en la agudeza de los sentidos, como un olfato muy desarrollado, un oído fino y una visión perfecta. Además suelen contar con una excelente forma, grandes destrezas físicas, resistencia, fuerza y ser un poco velludos.
Una vez que tiene lugar la transformación, el hombre puede convertirse en un lobo de gran tamaño que se desplaza a cuatro patas o bien en una criatura humanoide que se desplaza erguido a dos patas. En su forma de lobo se moviliza en manadas controladas por un macho alfa y merodea en los territorios aledaños a su guarida en busca de carne humana o de otros animales más pequeños para alimentarse.
Causas para la conversión en hombre lobo
Una de las particularidades del mito del hombre lobo es que parece no afectar al género femenino y que la transformación, en la mayoría de los casos, no es voluntaria. En sus orígenes, que se pueden rastrear hasta Europa, la creencia en los hombres lobo estaba relacionada muchas veces con la magia negra y diversas supersticiones de la cultura popular. Las causas que se han atribuido a través de los tiempos para la conversión de un humano en hombre lobo son las siguientes:
- La mordida fatal de otro hombre lobo.
- Dormir desnudo y expuesto a la luz de la luna llena.
- Mantener relaciones sexuales con otro licántropo.
- Beber en un recipiente donde hubiera bebido antes un hombre lobo.
- Una maldición proferida por un mago o bruja.
- Cubrirse con la piel de un lobo.
- Ingerir plantas venenosas.
- Vestirse con prendas hechas con piel de lobo.
- Ser un varón nacido después de gemelos.
- Ser un varón nacido después de sextillizas.
- Beber el agua que caiga sobre una huella de lobo.
- Usar un cinturón confeccionado con piel de lobo a la luz de la luna.
El hombre lobo en la mitología griega
De acuerdo con la mitología griega, el primer hombre lobo en el mundo antiguo fue Licaón. En su nombre podemos rastrear la etimología que dio lugar al término “licántropo”. Licaón fue un rey de gran sabiduría y con un carácter culto. Tenía unas creencias religiosas muy arraigadas y era reconocido por haber transformado a su pueblo desde el salvajismo hacia la civilización. Sin embargo, conservó algunas costumbres salvajes como la matanza y el sacrificio humano a los dioses.
En una oportunidad Zeus, el rey del Olimpo, acudió a los dominios de Licaón a ver si los rumores de que mataba a todos los visitantes eran ciertos. El monarca supo con antelación de quién se trataba y rindió un banquete en su honor. Sin embargo, no pudo controlar sus instintos sanguinarios y ordenó que sirvieran a Zeus la carne de un hijo suyo para que la comiera. Esto desató la ira del dios y condenó a Licaón y a todos sus descendientes a ser hombres lobo.
A partir de ese momento, Licaón ser convertía en hombre lobo cada vez que ingería carne humana, al igual que todas las generaciones de su descendencia. Podemos encontrar diversas referencias a licántropos en la antigüedad. Autores como Ovidio, Plinio el Viejo, Heródoto y Virgilio recogen diversas variantes del mito del hombre lobo. Posteriormente Cayo Petronio, en su novela Satyricon del año 60, reflejó la historia de un hombre que se convertía en lobo.
El hombre lobo en América del Sur
En países como Argentina, Uruguay y Paraguay, la leyenda del hombre lobo caló profundamente en la población y se fusionó con la creencia popular en el lobizón o luisón. Así, el séptimo de los hijos varones estaba condenado a convertirse en un licántropo. Esto se convirtió en un verdadero problema en la sociedad porque las familias, temerosas de que la conversión tuviera lugar, abandonaban a sus hijos, los daban en adopción e incluso los asesinaban.
A principios del siglo XX, el temor hacia el hombre lobo era tal que el gobierno argentino tuvo que intervenir apadrinando a las criaturas afectadas y ofreciendo incentivos a las familias para que no abandonaran a sus hijos. Otorgando becas escolares hasta los 21 años, así como medallas bautismales de oro, se logró disminuir el abandono de los séptimos hijos e ir disminuyendo la superstición popular también presente en la cultura gallega, portuguesa y brasileña.
Creencias relacionadas
En distintos lugares del mundo existen creencias en hombres que tienen la facultad de transformarse en animales distintos al lobo. Por ejemplo en África están los hombres leopardo y los hombres hiena, muy temidos entre la población por su fiereza y por sus ataques a los humanos que les sirven de alimento. En India y en América Latina, se cree en los hombres tigre, que también tienen variantes que involucran pumas y jaguares que abundan en la región.
Así, se pueden rastrear hasta la época prehispánica distintos mitos aborígenes que contemplan la transfiguración animal como una facultad muchas veces reservada para hechiceros. En Argentina, también encontramos el mito del hombre-puma, el indio-tigre y el tigre-capiango. La existencia de estas criaturas ha generado profundo terror en la población a través del tiempo, así como abundantes supersticiones, oraciones y rituales de protección.