El canibalismo es considerado como uno de los actos más atroces que puede cometer un ser humano. Las comunidades del mundo, en su mayoría, reniegan y reprochan este tipo de actos, pues la sola idea de que un hombre pueda matar, preparar e ingerir la carne de otro, genera una repulsión casi indescriptible. En este caso, les presentamos a Korowai.
Sin embargo, es necesario aclarar que no siempre se tuvo esta actitud hacia aquellos que practicaban el canibalismo, dado que muchas culturas, desde tiempo remotos, accedían a ella por diferentes motivos. Se cree que ya no existen en la tierra sociedades que engullan carne humana como medio para alimentarse, pero sí se tienen en consideración ciertos rituales de algunas etnias aborígenes que acuden a este ejercicio como parte de su cultura. Ese es el caso de la tribu Korowai, una comunidad nativa de la cordillera de Jayawijaya, en Papúa Nueva Guinea.
Los Korowai se consideran una de las tribus indígenas más fuertes y organizadas conocidas. Habitan en la zona más espesa y remota de la selva, en Indonesia. Allí comulgan con la naturaleza como único vecino cercano, pues están totalmente aislados de cualquier contacto inmediato con la civilización moderna. Esta tribu impresionó al mundo con su habilidad para construir casas en los árboles, hogares donde conviven hasta doces personas, con una separación espacial entre la zona de los hombres y las mujeres. Así mismo, sobre la copa de los árboles se las ingeniaron para hacer fogatas y hasta mantener animales domésticos; toda una hazaña de ingeniería rural.
Edificaciones construidas por la tribu Korowai
La seguridad está más cerca del cielo
La razón por la cual construyen sus casas tan alejadas del suelo, es porque los nativos afirman que en la superficie de la tierra son más propensos a ser atacados por espíritus malévolos, aparte de que así escapan de los animales venenosos que deambulan habitualmente por la maleza. En este sentido, aprovechan las características robustas de los Banyan y Wanbom, árboles sobre los cuales erigen sus construcciones, siendo los más estables para aguantar la considerable cantidad de peso que significa vivir sobre ellos.
La principal amenaza de la que huyen los Korowai en las alturas se denomina khakhua. Una especie de ente metafísico que, según los jefes de la tribu, se come a los hombres desde adentro. A esta conclusión llegan cuando el deceso de uno de los integrantes de la familia, sea hombre o mujer, se genera por razones inexplicables. Si el individuo cae enfermo y no se recupera, si es encontrado en la selva sin heridas superficiales o si no posee habilidades básicas de caza y lucha, es considerado como poseído por parte del khakhua.
Nativos preparando los materiales para la construcción de sus casas
Se consiente que hasta 1970, esta etnia estuvo totalmente aislada del mundo moderno; sin embargo, la documentación multimedia más reciente que se tiene de ellos se remonta al año 2006, cuando Paul Raffael, periodista australiano, logró adentrarse hasta lo más recóndito de la selva de Papúa Nueva Guinea, con el fin de conocer más a fondo su vida y costumbres.
La anécdota del primer encuentro con los nativos recorrió el mundo entero. Paul fue recibido por los hermanos Kili Kili y Bailom, quienes con algo de suspicacia aceptaron al forastero, pero no sin antes comprobar cuáles eran las verdaderas intenciones del reportero.
Ojo por ojo, carne por carne
Cuando Kili Kili se acercó a Paul, el australiano se inmutó. El aborigen llevaba sobre su mano el cráneo de un ex miembro de la tribu que había sido carcomido por khakhua. Éste, con mucho orgullo, le indicó al periodista que tomara el cráneo, para que sintiera el alma de su amigo. Como podría esperarse, Paul titubeó, pero sin más posibilidades accedió a cumplir con las órdenes de Kili Kili. Así se ganó la confianza de los anfitriones, quienes le llevaron hasta las inmediaciones de la tribu.
El cráneo era la prueba fehaciente que llevaba consigo Kili Kili para demostrar que se había comido a un hombre que falleció bajo el despotismo de khakhua. Pero el acto de antropofagia tiene un trasfondo cultural que nada tiene que ver con la idea moderna que se maneja acerca de los sucesos caníbales. Los Korowai consideran que cuando el cuerpo del individuo es tomado por khakhua, el espíritu se come los órganos y queda en reposo dentro de este. De forma que la única manera que encuentran para librar el alma del condenado es comiéndoselo, porque así también liquidan al espíritu.
“No comemos humanos, comemos khakhuas”
La tribu afirma que ellos no se nutren de los cuerpos humanos, pues su alimentación se basa en un consumo moderado de animales de caza y vegetales que obtienen de los sembradíos. Argumentan que el ritual solo existe como medio para proteger a los integrantes de las familias, y que en cualquier caso todos los miembros de la comunidad están de acuerdo con la importancia que significa realizar este tipo de ceremonias.
Por otra parte, existen ciertos criterios que se toman en cuenta durante la ingesta, entre los cuales destacan que no se comen el cabello, las uñas ni el pene del difunto, tampoco permiten que niños menores de trece años se adhieran al ritual, pues son más vulnerables ante el espíritu.
Integrantes de la tribu Korowai, Papúa Nueva Guinea
Algunos antropólogos han publicado artículos que defienden la integridad de la tribu, afirmando categóricamente que desde hace más de dos décadas los Korowai abandonaron las costumbres caníbales. Esta posición se debe a que se cuenta alrededor de unos tres mil integrantes de la tribu que todavía hacen parte de la comunidad, cuyo resultado podría ser la desaparición total de la etnia en tan solo un par de generaciones.
El gobierno de Indonesia no ha tomado parte en este tema, apegado a las legislaciones que rigen en el país, las cuales ofrecen a este tipo de minorías la posibilidad de alejarse de las leyes de la nación siempre y cuando no se extiendan fuera de sus territorios nativos.
Unas vacaciones accidentadas
En el 2016 se reportó un incidente en las cercanías de la zona habitada por los Korowai. Matthew Iovane y Michelle Clemens aseguraron que indígenas del lugar los secuestraron. La pareja acusa que fueron desnudados, al tiempo que les vendaban los ojos con su misma ropa. Los rehenes comentaron que los llevaron a un lugar espeluznante, lleno de máscaras y figuras coloridas, en donde los mantuvieron atados por unas horas. En un descuido, ambos lograron escapar y por suerte se encontraron con personas que les brindaron ayuda.
Matthew y Michelle un día antes del incidente
Las autoridades señalaron el suceso como un descuido por parte de los turistas, pues ellos no tenían que haberse adentrado a la selva sin la compañía de un guía. La misma posición tomó el gobierno, asegurando que ese territorio no debe ser explorado por personas que no posean la experiencia y el conocimiento necesario para ello. El evento recordó al desaparecido Michael Rockefeller, de quien no se obtuvieron más pistas tras su expedición científica a Papúa Nueva Guinea, en el año de 1961.