La leyenda que rodea a Rasputín es inmune al paso del tiempo, la historia del místico ruso sigue causando intriga en la actualidad. Mucho se ha dicho sobre él, lo han etiquetado de ángel y demonio por igual. Se le culpa de la caída del imperio ruso y de muchos crímenes más.
Un hombre reformado
Grigori Yefímovich Rasputín nació en enero de 1869 en un pequeño poblado de Siberia. Sus padres fueron campesinos y como todos en la región, tuvo una infancia dura marcada por las carencias y las dificultades. Pronto se hizo evidente su tendencia hacia la violencia y los excesos, en la localidad se le conocía por ser un alcohólico y también un ladrón. Después de recibir una golpiza por haber robado a un vecino, Rasputín se replanteó su vida y buscó guía espiritual.
Se unió a un monasterio donde encontró el camino de la fe. Era un hombre nuevo cuando regresó a su aldea, allí se dedicó a predicar y enseñar a los habitantes del lugar a pesar que él mismo apenas si podía leer. Como orador, Rasputín era carismático y apasionado, características que le hicieron ganar un vasto grupo de seguidores.
A pesar de ser un hombre de fe, su mala reputación seguía siendo tema de discusión y se creía que Rasputín formaba parte de la secta Jlysti. Esta secta era conocida por sus rituales sadomasoquistas que terminaban en orgías, pues creían que la única forma de lograr el perdón era a través del pecado. Aunque nunca se llevó a comprobar su participación en la secta, diversos historiadores indican que Rasputín adoptó en su vida algunas de las reglas del Jlysti.
Rasputín en sus años de aprendizaje
Cerca de la corona
Pronto, la aldea donde nació le quedó pequeña y decidió trasladarse a Kazán, una prominente localidad religiosa. Allí su carisma lo llevó aún más lejos, personas en los escalones más altos de la iglesia comenzaron a mostrar interés por el campesino. Creían que su pasión y sinceridad era lo que hacía falta en la iglesia y más para tratar con los monarcas, Rasputín los trataba con familiaridad y lograba ganar rápidamente su confianza.
Las salas de los aristócratas rusos abrieron sus puertas para Rasputín, el carismático predicador encontró seguidores entre la realeza y pronto se convirtió en el favorito de muchos. Constantemente demostraba su agudeza y según algunos, logró curar los padecimientos de sus almas con la oración. En uno de estos salones, Rasputín conoció a Militsa y Anastasia, hijas del rey de Montenegro. Ellas serían las encargadas de presentar a Rasputín y a la zarina Alejandra, amistad que cambiaría la historia del país.
Rasputín rodeado de la familia imperial rusa
Un rayo de esperanza
En 1905, el zar de Rusia se encontraba recluido con su familia en uno de sus palacios. El número de sirvientes era el mínimo y no aceptaban visitas. Este comportamiento era extraño, pero a pesar de las críticas, los soberanos se negaban a abrir las puertas de su palacio. Pocos saben la verdad, el zar y su esposa intentan ocultar una terrible verdad, su hijo, el heredero del trono, no sobrevivirá.
La pareja real tenía cuatro hijas cuando finalmente fueron bendecidos con un hijo varón, un heredero para la dinastía de los Romanov. Sin embargo, sus sueños fueron destruidos cuando a los días de nacido, se hizo evidente que Alexei sufría de hemofilia. En la época considerada una enfermedad mortal y la expectativa de vida para el joven zarevich era de 14 años. La zarina estaba sumida en una profunda desesperación y sentía culpa por la condición de su hijo, esta enfermedad hereditaria provenía de su familia.
La situación en la nación solo contribuía a la preocupación del zar. En 1905 tras perder la guerra con Japón, el zar se encontró en la incómoda posición de realizar cambios que garantizaran la paz. La figura de Nicolás se vio afectada y esto solo empeoraría con la llegada de Rasputín a su palacio. De inmediato, el que fuera un campesino en su infancia se convirtió en el hombre más influyente de Rusia.
Rasputín rodeado de nobles rusos
Milagros en tiempos de guerra
Dos años después de conocer a la zarina, Rasputín demostró por qué era el favorito de tantos. Alexei sufrió una grave hemorragia que pudo costarle la vida, incluso el anuncio de su muerte fue redactado, pero la intervención de Rasputín lo salvó. El hombre se puso de rodillas ante el convaleciente Alexei y oró por un largo periodo, se puso de pie solo para anunciar que el joven sobreviviría y de inmediato comenzó su recuperación. Eso fue suficiente para que la reina no quisiera apartarlo de su lado.
Aunque Alejandra y Nicolás tenían en alta estima a Rasputín, el resto de la nobleza rusa lo miraba con recelo. Su influencia en los zares era suficiente para que tomaran grandes decisiones y su reputación en las calles dejaba mucho que desear. Abundaban las conspiraciones en su contra, pero la zarina hacía oídos sordos a todas las acusaciones. Rasputín estaba en un lugar privilegiado del que ni siquiera una guerra lograría sacarlo.
En 1914 con el inicio de la primera guerra mundial, el zar anuncia su intención de encargarse directamente del mandato del ejército. Esta decisión dejó a la zarina y a su consejero a cargo de los asuntos de la nación. El pueblo rechazó de inmediato el mandato de ellos dos, especialmente después de que unas cartas de la zarina para Rasputín fueran publicadas. Alejandra escribía en un tono cariñoso y pedía el consuelo del hombre, el público lo interpretó como que había un romance entre ellos dos.
Félix Yusúpov (centro) con dos nobles que conspiraron en la muerte de Rasputín
Persona non grata
La guerra siguió su curso y Rusia se tambaleaba. Desde el reclutamiento de su hijo, Rasputín se mostraba errático y descarado. Hacía escándalos en lugares públicos, se emborrachaba en bares concurridos y frecuentaba burdeles. Su mal comportamiento afectó aún más la aceptación de los zares en la población y pronto un plan se puso en acción.
Félix Yusúpov fue el príncipe encargado de ponerle fin a la vergüenza que representaba Rasputín. En diciembre de 1916, el príncipe atrajo a Rasputín a su vivienda con la promesa de una buena fiesta. Una vez allí le sirvieron pasteles con cianuro, pero esto resultó ser insuficiente para acabar con su vida. Sorprendidos por su resistencia, Yusúpov y sus dos acompañantes dispararon a Rasputín.
El cuerpo permaneció en el sótano por un tiempo, cuando Yusúpov se acercó, pasadas algunas horas, descubrió que Rasputín seguía con vida y con fuerza suficiente para echarle una maldición. El místico escapó por una puerta, pero los nobles fueron más rápidos y le dispararon de nuevo, esta vez en la cabeza para asegurarse de que muriera realmente. Pasaron varias horas y se decidieron por lanzar el cuerpo a un río cercano.
El inmortal
El gran misterio sobre la muerte de Rasputín comenzó una vez el cuerpo fue recuperado, la autopsia reveló que la verdadera causa de la muerte fue ahogamiento. Ni el veneno ni las balas pudieron con Rasputín, el místico inmortal. El miedo siguió a los nobles que participaron en su asesinato y creyeron, hasta el día de su muerte, que la maldición de Rasputín se había cumplido.
Se ha manejado por años la teoría de que el gobierno de Gran Bretaña ordenó la muerte del místico desde el inicio de la guerra, la influencia de Rasputín sobre los zares era tal que no solo la nobleza rusa intentaba deshacerse de él. La razón detrás de esta acción era prevenir que Rusia firmara un tratado de paz con Alemania. La zarina provenía de una familia alemana por lo que no era extraño que se quisieran evitar enfrentamientos.
La vida y muerte de Rasputín lo convirtieron en leyenda, con sus palabras logró destruir todo un imperio. En la actualidad es recordado con una mezcla de temor e intriga.
Autor: Melany Moncada