El hombre es, por naturaleza, un ser curioso e inquieto por aprender, pasa gran parte de su tiempo tratando de buscar una respuesta a todo lo que le rodea. ¿Vivimos en una realidad simulada? Desde tiempos inmemoriales ha tratado de explicar e interpretar el mundo a su manera, mediante estudios científicos o ligando a deidades lo que no puede entender lógicamente.
La inquietante de la Teoría de simulación
Para muchos, dentro de todo esto, la religión ha tomado un papel muy importante, a través de normas cuyo fin es el control de las masas, ya que encuentra en ello la forma ‘perfecta’ de someter el pensamiento y accionar de las personas devotas.
Ahora bien, si hablamos sobre el origen y naturaleza del hombre y del universo, nos encontraremos con que la religión también ha tomado cabida en ello, alegando a todo esto una deidad suprema, planteando también una ‘muy conveniente’ partida de merecimientos para poder llegar a un estado de paz infinito. Es lo comúnmente aceptado en la sociedad contemporánea.
Mientras que, por el lado científico, se plantean otras teorías sobre el origen del universo, tales como la teoría del ‘big bang’ (la más aceptada por la comunidad científica), que plantea que el universo surgió a partir de una gran explosión, para luego dar paso a la formación de partículas subatómicas y, más tarde, simples átomos.
Todo lo ya mencionado comprende el absoluto de posibilidades y entendimientos a los que la sociedad se basa para dar respuesta a sus inquietudes existenciales
Pues bien, en cuestión de respuestas sobre la existencia, no parece haber cabida para alguna otra posibilidad. Sin embargo, ¿sabías que hay una hipótesis que plantea que la realidad en la que vivimos es solo una simulación parecida a los videojuegos que usas?
Así es, el filósofo sueco Nick Bostrom, como algunos otros escritores, postulan que hay razones empíricas por las cuales la ‘hipótesis de la simulación’ podría ser válida.
‘Hipótesis de la simulación’
La ‘hipótesis de la simulación’ o ‘realidad simulada’ es el postulado que sugiere que el mundo en el que vivimos podría ser una simulación, quizás por computadora. Sería casi imposible de distinguir de la verdadera realidad, contendría mentes inteligentes que podrían estar conscientes o no de que viven en una simulación.
En cierto punto parece algo descabellado, pero en los últimos años ha cobrado fuerza la pregunta de si nuestro universo es una gigantesca e inmensamente compleja simulación, y no solo entre el pensamiento popular, sino también entre científicos y filósofos, que ahora toman cuestiones más sofisticadas, empleando metáforas cibernéticas sobre ¿Qué es la realidad?
El primer intento por comprobar de manera científica si vivimos en una simulación computarizada se realizó en el 2001. El ingeniero de mecánica cuántica Seth Lloyd, concluyó que para crear una versión similar a la realidad, desde el Big Bang hasta la actualidad, hacía falta un número de operaciones que requerirían de mayor energía de la que posee todo nuestro universo. Esto sería posible solo con una computadora más grande que el mismo universo. Aquello, evidentemente, supondría todo tipo de problemas ontológicos.
Sin embargo, muchos científicos concluyeron que no era necesaria una réplica exacta del universo para burlar a sus habitantes, por lo que no era imperativo pensar en una supercomputadora. Ya que, en una simulación destinada a burlar la poca percepción de sus habitantes, los detalles de astros distantes y objetos microscópicos pueden ser ocupados por los programadores solo en ocasiones necesarias. Tal y como la filosofía de Berkeley plantea, ‘las cosas sólo existen cuando están siendo observadas’.
Imagina que tu vida, tu familia, lo que comes, todo lo que observas, etcétera, son parte de una inmensa realidad ficticia de la cual eres parte, sirviendo tal vez como objeto de estudio de los programadores, al igual que un hámster de laboratorio.
Pero, si esto llegara a ser cierto, ¿quiénes son los programadores? Y ¿por qué lo hacen? Bien, en la actualidad, los avances tecnológicos en informática nos permiten crear simuladores de realidad, tales como ‘Grand Theft Auto’, ‘The Sims’, etcétera. Dichas plataformas pretenden simular la ‘realidad’ en la que vivimos, por lo cual no sería raro imaginar que en un futuro, una sociedad más desarrollada que la actual, con mejores recursos tecnológicos e informáticos, creara simuladores mucho más realistas, hasta el punto de que sus ‘participantes’ posean una consciencia e inteligencia propia.
La cuestión ahora sería responder a ¿por qué lo hacen? Al igual que en un laboratorio o una granja de hormigas, el fin de crear una ‘realidad ficticia’ o ’simulación’, podría ser estudiar el comportamiento de una sociedad más ‘joven’.
Existe un experimento que busca comprobar que la ‘hipótesis de la simulación’ es cierta.
El experimento de Silas Beane
Silas Beane, físico nuclear de la Universidad de Bonn, en conjunto con un grupo de científicos, asegura que es posible determinar si estamos viviendo en una simulación por computadora. Él plantea que la realidad solo existe mientras la observamos, al igual que en un vídeo juego. Un objeto, por ejemplo, deja de existir en el momento en el que dejamos de observarlo y miramos hacia otro lado.
Básicamente, y en términos simples, lo que hizo fue, coger un conjunto de átomos y los fue separando, hasta dejar uno solo. Aquél átomo restante fue lanzado a una gran velocidad, atravesando una rejilla, que estaba dividida por una serie de láseres verticales y horizontales, hasta estrellarse con una pared. El fin era estudiar la forma en la que el átomo atravesaba la rejilla y se estrellaba en el muro.
El resultado fue que el átomo, al ser lanzado y atravesar la rejilla, no se fragmentaba con los láseres, sino que pasaba entre ellos hasta estrellarse en la pared, lo que significaba que era una onda (sin masa). Sin embargo, se decidió, después de varias pruebas con el mismo resultado, poner una segunda rejilla de iguales características detrás de la primera.
Esta vez, increíblemente, el átomo atravesaba las rejillas fragmentándose en los láseres. Se repitió la prueba varias veces, obteniendo el mismo resultado. Cuando había una sola rejilla, el átomo pasaba sin tocar los láseres; por el contrario, cuando se colocaba la segunda rejilla, el átomo se fragmentaba atravesándola, (es decir, era una partícula)
En pocas palabras, el experimento demostró que una partícula existe solo cuando hay factores que la estudian, séase, cuando se la observa.