Las guerras siempre se han caracterizado por tener en sus manos el poder de realizar cambios en la historia de la humanidad. Quizás, porque para finalizar una de ellas se requiere medidas drásticas. Los grandes conflictos sociales datan de muchos antes de la llegada de Cristo. Por lo cual, los expedientes sobre lo sucedido suelen ser, además de muy antiguos, difusos. Sin embargo, hay confrontaciones masivas cuyas memorias se mantienen intactas en grandes obras literarias como es el caso de la Guerra de Troya.
Homero, autor de la Ilíada y la Odisea, dejó como herencia varios cantos que narran lo sucedido en Troya. Sus poesías épicas se convirtieron en la historia de la antigua Grecia. Y aunque no se tiene mucha información sobre su aclamado autor, la Ilíada contiene los pormenores de la Guerra bélica entre aqueos y troyanos. Según esta obra literaria, el gran conflicto en Troya tuvo sus inicios cuando Paris, príncipe de Troya, decidió robarse a Helena de Esparta. De hecho, Helena no solo vivía en Esparta, sino que además era la reina de esa polis.
Aunque todo parece indicar que los enfrentamientos entre troyanos y aqueos comenzaron por cuestiones de honor y amor, en la antigua Grecia nada pasaba sin que los dioses lo planearan. El verdadero origen de esta guerra se remite a la boda entre Tetis, hija de Zeus, y un mortal llamado Peleo. Se dice que esta boda fue un plan de Zeus para evitar que una profecía, que anunciaba a un primogénito de uno de sus hijos destronándolo, se cumpliera. En todo caso, cuando se celebraba el matrimonio de esta ninfa con el rey Peleo, apareció una manzana de oro con un misterioso mensaje destinado a causar grandes confrontaciones en aquella fiesta.
El juicio de Paris
“Para la más hermosa”
Mientras todos estaban celebrando el matrimonio de la ninfa Tetis y el rey Peleo, apareció, sobre una mesa, una hermosa caja con una nota que decía “para la más hermosa”. Dentro del empaque, los invitados descubrieron la brillante manzana de oro. El presente provenía de Eris, diosa de la discordia, quien no había sido invitada a la boda y deseaba vengarse de aquella humillación. Además, el oficio de esta temible diosa era fomentar la guerra y oscuras batallas.
Afrodita, Atenea y Hera reclamaron inmediatamente el regalo. Cada una de ellas creía que su belleza triunfaba en el Olimpo. Le exigieron a Zeus que eligiera a la más hermosa de las tres. Sin embargo, Zeus, rey de los dioses y los hombres, se rehusó a llevar sobre sus hombros semejante responsabilidad. La solución del dios del trueno fue pasarle la ardua tarea de juez a un mortal. Paris, príncipe de Troya, resultó elegido para decidir cuál de las tres diosas era la criatura más hermosa del universo. Irónicamente, este príncipe troyano había sido criado por unos lobos, como parte de una profecía: Él sería el culpable de la caída de Troya.
La guerra de Troya: Los dioses involucrados.
Como era natural, cada una de las diosas ofreció grandes regalos a Paris. Atenea lo sobornó con sabiduría y habilidades únicas para el campo de batalla. Si aceptaba, se convertiría en el más fuerte de los guerreros. Hera le prometió gran poder político y el dominio de toda Asia. Por otro lado, Afrodita le ofreció lo que ningún hombre mortal podría resistir: el amor de la mujer más hermosa de la tierra. Fue así como Afrodita, con sus encantos seductores, ganó la manzana de oro y con ella el título de la más bella de las diosas.
La mujer más hermosa de la tierra: Helena
La mujer más hermosa del mundo era Helena. De su origen hay varias versiones. Sin embargo, en la poesía épica de Homero, se dice que su madre, Leda, fue seducida por Zeus en forma de cisne. De esta manera, Leda yació con el perspicaz dios del trueno. Al poco tiempo, helena nació, no de forma natural, sino dentro de un huevo. Es por esto que la belleza de helena va mucho más allá de la gracia de un mortal, su padre era un dios, por lo tanto, en sus genes estaba la divinidad de estas majestuosas figuras del Olimpo.
Desde muy temprana edad, el encanto de Helena cautivaba a todo aquel que se encontraba a su alrededor. Cuando cumplió la edad necesaria para contraer matrimonio, pretendientes de todas partes de Grecia acudieron a ella. No solo por la fama de su hermosura, sino porque ella y su futuro esposo serían los nuevos reyes de Esparta. Tindáreo, actual rey de Esparta y padrastro de Helena, fue el árbitro que se encargó de elegir al afortunado futuro esposo entre la multitud de pretendientes.
Menelao, hermano del rey de Micenas, resultó ganador de Helena. Según algunas versiones del mito, se dice que tuvieron uno o dos hijos juntos. Sin embargo, Homero no se menciona este hecho. Según el autor de la Ilíada, el matrimonio transcurría como cualquier otro, hasta que un día, Afrodita cumplió su promesa a Paris haciendo que Helena se enamorara fervientemente de él. El príncipe troyano, prendado de la divina belleza de Helena, aprovechó la ausencia de Menelao en Esparta, y raptó a la reina Helena.
Cuando Menelao descubrió el rapto, se dirigió inmediatamente a Troya para reclamarla. Éstos se negaron a entregarla, causando así los inicios de una guerra que duraría más de una década.
El trágico final de Troya
La famosa guerra de Troya se extendió por más de 14 años. El ejército de los Aqueos, conformado por los pretendientes de Helena, que habían jurado proteger a quien resultara ser elegido su esposo, en este caso a Menelao, acampó durante años en las afueras de Troya. Hasta que un día, los aqueos idearon un majestuoso plan. Fingieron su partida, aunque en realidad la mayoría de ellos se encontraban escondidos dentro de un caballo gigante hecho de madera. Este animal parecía ser una ofrenda para la diosa Atenea. Por lo cual, no pudieron negar su entrada a Troya.
Cuando la maniobra del legendario caballo de Troya resultó exitosa, este país fue totalmente destruido y saqueado por los enemigos de los troyanos. Sorprendentemente, Menelao, quien deseaba asesinar a Helena por su traición, quedo nuevamente seducido por su belleza y la perdonó.
De esta manera la belleza marca el inicio y final de una guerra. Aunque, contrario a lo que muchos creen, no fue precisamente la belleza de Helena el fundamento que dio inicio a los sucesos de Troya, sino la manzana de la discordia sembrada por Eris. En todo caso, la divinidad y encanto de las figuras femeninas fueron suficientemente poderosas para cambiar el rumbo de una nación entera y causar su destrucción.