La mitológica ciudad de El Dorado, ubicada en algún lugar del imponente Amazonas, ha sido el anhelo de infinidad de navegantes, aventureros y exploradores a través de la historia. El jugoso tesoro, que presuntamente resguarda la legendaria ciudad, ha sido su principal atractivo y ha llevado a muchos a recorrer el territorio correspondiente al antiguo Virreinato de Nueva Granada.
Durante siglos, aquellos que desean encontrar las prolíferas minas de oro de El Dorado han perseguido todos los rastros posibles a través de los actuales territorios de Colombia, Perú y Venezuela. Hay que recordar, que para el siglo XV el boom generado por los viajes de los españoles hacia América del Sur había creado gran impacto. En Europa se hablaba con gran interés de las incalculables riquezas en el sur y muchos, cegados por la ambición, querían beneficiarse de las ricas tierras.
Considerando el contexto imperante para la época, no es de extrañarse que muchos enloquecieran con la sola idea de encontrar El Dorado, donde todo era de oro y un hombre podía cambiar su suerte de la noche a la mañana. El inicio de la leyenda se remonta al siglo XVI en territorio colombiano cuando los conquistadores españoles se enteraron una excéntrica ceremonia que tenía lugar hacia el norte. En ella, frente a los nativos, el rey se cubría con polvos de oro y realizaba generosas ofrendas.
El origen del dorado
Las ceremonias en la laguna que originaron la leyenda del reino dorado datan de tiempos inmemoriales. Guatavita era el centro de poder en que los nativos rendían culto a una antigua deidad que se manifestaba en forma de culebra o de dragón. De acuerdo con las leyendas, hubo un acontecimiento que cambió el curso normal de la vida en la tribu.
El Cacique habría acusado a su pareja de infidelidad, por lo que ésta se arrojó al agua de la laguna junto a su hijo y pasó a habitar en un maravilloso templo de las profundidades. De allí, nació la costumbre en la zona de que los futuros caciques debían cubrirse de oro y trasladarse a través de la laguna en una balsa, mientras lanzaban objetos de oro y esmeraldas, como una ofrenda antes de asumir el poder.
Posteriormente trascendió que aquel territorio en el que tenían lugar las ceremonias con oro, era el pueblo de Muisca, específicamente en la laguna de Guatavita, Colombia. A medida que estas historias comenzaron a expandirse, cientos de expediciones provenientes de Ecuador, Colombia y Venezuela empezaron a movilizarse para encontrar las prometedoras riquezas que estarían sumergidas en las profundidades de la laguna.
El desagüe de la laguna sagrada
Como era de esperarse la desmedida ambición de los hombres convirtió a la laguna, que una vez fue un espacio sagrado, en un blanco para la explotación con fines materiales. Fue así, que en diversas oportunidades se procedió a vaciar la laguna para procurar apoderarse de los tesoros que escondía. El primer desagüe fue ejecutado por Hernán Pérez de Quesada quien halló el equivalente a unos cuatro mil pesos de oro.
En el año 1652, Sepúlveda, un poderoso mercader originario de Bogotá, obtuvo el permiso por parte de Felipe IV para una segunda exploración. Después de desaguar el espacio consiguió una esmeralda de alto valor, pero no la cantidad de riquezas que esperaba. Luego, el Gobierno de Colombia hizo la concesión a una compañía inglesa la cual desaguó por completo la laguna y encontró en el fondo tres metros de capa lodosa. En ella, había esmeraldas, tunjos y diversos objetos de cerámica.
Más adelante la laguna Siecha, donde también se presume hayan tenido lugar ceremonias de oro, fue drenada. Así, Guillermo París y Rafael Chacón descubrieron esmeraldas y piezas de oro que confirmaban la existencia de los antiguos ritos. En 1879 se realizó un intento de mayor alcance, por lo cual se perforaron 187 metros de roca arenisca. A punto de finalizar el túnel, los exploradores murieron asfixiados producto de las emanaciones tóxicas del lodo y el olor a pólvora.
Algunas expediciones en busca de El Dorado
Felipe von Hutten
En el año 1541, Phillip von Hutten partió de la costa venezolana y decidió seguir los pasos de la exploración llevada a cabo por Hernan Pérez de Quesada. Su objetivo por supuesto era encontrar las impresionantes riquezas de El Dorado, cosa que no sería tan fácil pues debió enfrentar condiciones extremas y el consecuente descontento de sus acompañantes. Sin embargo, los nativos de los territorios que transitaban confirmaron la existencia de los cuantiosos tesoros.
Con los ánimos renovados por los testimonios de los nativos, von Hutten decidió seguir adelante y procuró cazar un indígena que le sirviera de guía por los promisorios caminos. No obstante los habitantes del lugar ofrecieron resistencia y se produjeron enfrentamientos que intimidaron al grupo y lo hicieron retroceder. No sin antes ver una construcción de grandes dimensiones que alojaba ídolos elaborados con oro macizo, lo que acrecentó el mito de El Dorado.
Lope de Aguirre y Pedro de Ursúa
En 1560 salió desde el territorio de Perú una importante expedición de 400 soldados, liderada por Pedro de Ursúa, en busca de la legendaria ciudad de El Dorado. El grupo atravesó durante meses los territorios del Amazonas sin obtener resultados. Sin embargo, sus esperanzas se mantenían porque los propios nativos daban fe de la existencia de la rica ciudad. Producto de una conspiración ideada por Lope de Aguirre, Ursúa fue asesinado por su propia gente en el año 1561.
Los tiempos posteriores se caracterizaron por múltiples disputas, levantamientos y conflictos internos que generaron gran tensión. Estos factores dificultaron mantener el foco en la misión original y se dieron algunas desviaciones. El grupo insurrecto tomó por asalto la isla de Margarita donde cometieron múltiples asesinatos, incluyendo el del gobernador. Continuaron saqueando e incendiando diversas poblaciones hasta que su propia gente asesinó a Lope de Aguirre.
Sir Walter Raleigh
En el año 1595, por orden de la reina de Inglaterra, se desplegó una importante expedición hacia el Caribe, cuyo objetivo final era instalar una colonia británica en Panamá. La operación estuvo a cargo del corsario Walter Raleigh, quien atravesó el río Orinoco y exploró los territorios de Guayana. Una vez de regreso en Gran Bretaña, Raleigh escribió un libro e informó acerca de las infinitas riquezas que podían encontrarse en la ciudad de Manoa, conocida como El Dorado.
Animado con la supuesta existencia de las minas de oro de El Dorado, Raleigh se embarcó nuevamente hacia Guayana en el año 1616. Durante la expedición tormentas, enfermedades y escasez aquejaron al grupo, lo que fue bajando los ánimos y sembrando la duda entre los británicos que sólo se veían rodeados de espesa selva. Tras enfrentarse con los españoles, hubo muchas bajas y la exploración culminó. Posteriormente Sir Walter fue condenado a muerte.