Hay numerosos casos que parecen desafiar todo lo que pensamos de nuestro cuerpo. Phineas Gage es uno de esos “milagros médicos” que nos demuestran lo extraño y misterioso que es el mundo que nos rodea. El capataz ferroviario que sobrevivió milagrosamente a una lesión que debió haberle matado, y que lo situaría en la historia de las curiosidades médicas. Este caso tiene más de 170 años convertido en un mito.
Trabajo de alto riesgo
El 13 de septiembre de 1848, el jefe de construcción ferroviario, Phineas Gage de 25 años, junto a sus trabajadores tenían la peligrosa tarea de explotar rocas para despejar un camino para una línea de ferrocarril en Cavendish, Vermont. Era un trabajo peligroso que involucraba el relleno de agujeros perforados en las rocas con cargas explosivas. Debían comprimir todo con arena usando una barra de metal larga.
Esta barra medía 43 pulgadas de largo, 1,25 de diámetro y 13,25 libras de peso. La idea era que la fuerza explosiva fuera dirigida hacia la parte inferior de la roca para volarla en pedazos. Por descuido o por accidente, mientras Gage estaba trabajando, el polvo explosivo fue detonado por una chispa que se disparó. Este hecho envío la barra de hierro a 30 metros, donde se situaba Gage. Aterrizó en su pómulo izquierdo.
La barra atravesó directamente su cerebro y salió de su cabeza en un géiser de sangre y cubierta de materia cerebral. En la mayoría de los casos, este sería el final de la historia, pero increíblemente Gage quedó vivo. Estaba completamente consciente y capaz de levantarse unos minutos después del accidente. Aunque cegado de un ojo y un poco aturdido, parecía no estar tan mal considerando que una vara de hierro le había atravesado completamente su cabeza.
Celebridad con daños menores
Según varios testigos, Gage le dijo calmadamente al médico que lo atendió “Aquí hay suficiente trabajo para usted”, mientras el médico sacaba trozos de hueso de su cabeza. El médico intentaba reemplazar los fragmentos más grandes como piezas de un rompecabezas. La herida fue cubierta con una capa de cuero cabelludo, envuelta con cinta adhesiva, y Gage fue enviado a su hogar.
Salió como si acabara de hacerse un chequeo de rutina. La herida dejó un agujero permanente en el cráneo de 2 pulgadas de ancho y 4 pulgadas de circunferencia. El informe inicial fue recibido con escepticismo e incredulidad por otros profesionales médicos. Sin embargo, lentamente llegó a ser aceptado como un caso real, para gran asombro de todos. A pesar de suceder en una época en que la tecnología médica estaba en sus primeros días, incluso en los tiempos modernos uno no esperaría que alguien viviera tras este tipo de lesión.
La milagrosa supervivencia de Phineas Gage con tan poca atención médica lo convirtió en una especie de celebridad de la época, para el público general como para el campo de medicina. Su caso se sumó a las filas de los misterios médicos más grandes del mundo.
Cambios de carácter como cicatrices
A pesar de su increíble historia, los días después del accidente mostrarían que no todo estaba bien con Gage. Quienes le rodeaban comenzaron a notar cambios dramáticos en su personalidad. Mientras que antes era un líder tranquilo, práctico y un capataz modelo, pasó a ser escandaloso, irracional, vulgar y conflictivo.
Según amigos cercanos lanzaba maldiciones en cualquier momento y mostraba poca consideración por quienes lo rodeaban. Su propio doctor, John Martyn Harlow, dijo de su cambio de carácter: “Se ha vuelto una persona irregular, irreverente; manifiesta poca simpatía hacia sus compañeros, es a veces obstinado, caprichoso y vacilante”. Explicó que se debía a que Gage había perdido el sentido de control de sus instintos y el equilibrio entre sus “facultades intelectuales y sus inclinaciones animales”.
Se volvió temerario, violento e impulsivo, con poca capacidad para concentrarse en cualquier tarea. No tenía inhibiciones sociales, lo cual lo alejaba del hombre que sus empleadores habían descrito como razonable, enfocado, eficiente y un hombre de buen carácter. Su extraño cambio e incapacidad para llevarse bien con los demás le hizo perder su trabajo en el ferrocarril. También a sus amigos se alejaron de él.
Terminó haciendo otros trabajos, como conducir un coche a lo largo de la ruta Valparaíso-Santiago en Chile, trabajar en un establo en New Hampshire y en una pequeña y modesta granja en Santa Clara, California.
Objeto de estudio
Además de sus dramáticos cambios de personalidad y su deteriorado estado mental, Gage también comenzó a ser víctima de ataques epilépticos. Esta condición, seguramente relacionada con su terrible lesión, posiblemente se debió a la formación de tejido cicatricial en el cerebro.
A medida que su salud se deterioraba, finalmente se trasladó al área de San Francisco para vivir con su madre, cuñado y hermana, donde permanecería hasta su muerte en 1860 después de una convulsión particularmente intensa. Gage pasaría a ser una sensación en el mundo de la neurociencia. Algunos podrían argumentar que su caso marcó el comienzo del área de la ciencia del cerebro como un campo propio.
La principal atracción de Gage no sólo era que había sobrevivido a traumatismos mayores en el cerebro, sino que su marcada transformación de personalidad. Esto sugirió por primera vez que había partes del cerebro que regulaban y controlaban tales cosas, y que había una correlación entre el cerebro, el carácter y la conducta de una persona. Esta idea nunca había sido realmente comprendida o demostrada en un grado apreciable.
Puesto que era la primera vez que una lesión en una parte específica del cerebro, en este caso el lóbulo frontal, podía ser ligada a un cambio posterior en la personalidad, Gage se convirtió en un caso de estudio común en libros de texto médicos y conferencias. Su caso se usó para reforzar las sospechas de varios doctores que sostenían que diversas áreas del cerebro se correlacionaban a diversas facetas del carácter.
Investigación y exhibición
Uno de ellos fue un neurólogo escocés llamado David Ferrier, que utilizó el caso de Gage para cimentar sus teorías sobre el daño cerebral en relación con el comportamiento. Él había observado anteriormente en experimentos con simios dicha función cerebral.
De hecho, el caso fue abordado por una variedad de profesionales médicos, y todos utilizaron a Gage para justificar sus propias teorías sobre cómo funcionaba el cerebro. El cuerpo de Gage fue desenterrado 7 años después de su muerte para que su cráneo pudiera ser examinado. Durante décadas ha sido ampliamente estudiado. El cráneo ha sido mapeado, escaneado y modelado de varias maneras hasta el presente.
En el año 2012, a través de un modelo digital 3D del cráneo realizado por el Laboratorio de Neuroimágenes de la UCLA, se descubrió que la extensión del daño al cerebro de Gage era aún peor de lo que se pensaba. Alrededor del 11% del lóbulo frontal fue totalmente destruido tras el accidente junto con el 4% de la corteza cerebral. Esto lo hace aún más espectacular el hecho de que haya sobrevivido con la mayoría de sus habilidades intactas.
La polémica sigue en la actualidad
Hasta el día de hoy, el curioso caso de Phineas Gage es relevante, pues todavía tiene respuestas sin responder, y es discutido por neurólogos, médicos y psicólogos. El cráneo de Gage y la vara de hierro que le ocasionó la herida están exhibidos entre las 15.000 curiosidades médicas en el Museo Anatómico de Warren en la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard, como parte del Centro para la Historia de la Medicina de la Biblioteca de medicina de Countway.
A pesar de los dramáticos avances en nuestra tecnología y la comprensión de la medicina, es evidente que en muchos aspectos el cuerpo humano, y en particular nuestro cerebro, sigue siendo un desierto inexplorado. Alberga rarezas y sorpresas que todavía nos falta comprender completamente.
Casos como el de Phineas Gage aparecen ocasionalmente para recordarnos y mostrarnos que algunas fronteras no están ahí afuera en los confines del mundo y del universo, sino también dentro de cada uno de nosotros.